¿Por qué olvidamos los sueños? La ciencia revela los mecanismos que hay detrás de este enigma

Cada noche, la mente se abre a universos extraños y fascinantes, pero al despertar, la mayoría solo percibe un vacío. ¿Por qué algunos sueños permanecen en la memoria y otros se desvanecen en segundos? La ciencia y el psicoanálisis ofrecen respuestas que van desde lo biológico hasta lo emocional.
Los expertos coinciden en que no existen personas que no sueñan; lo que ocurre es que no siempre se logra recordar. Durante la fase REM —cuando los ojos se mueven rápidamente bajo los párpados y la actividad cerebral se intensifica— surgen los sueños más vívidos, y si el despertar se produce en ese instante, las posibilidades de retenerlos son mayores.
Robert Stickgold, investigador de la Harvard Medical School, señala que el recuerdo depende más del momento del despertar que del propio acto de soñar. Si el sueño REM se interrumpe de manera abrupta o con distracciones inmediatas, la memoria onírica se desvanece rápidamente. En cambio, un despertar pausado, evitando movimientos bruscos y enfocándose en las imágenes persistentes, puede favorecer su retención.
La psicóloga Deirdre Barrett, también de Harvard, sostiene que incluso cuando parece no haber nada que registrar, un recuerdo completo puede aflorar si se dedica un minuto a repasar sensaciones o imágenes al abrir los ojos. De lo contrario, la memoria de los sueños no pasa del corto plazo y se pierde.
El cerebro, además, tiene un rol selectivo: quienes recuerdan más sueños suelen despertarse con mayor frecuencia durante la noche y muestran una reactividad cerebral más fuerte ante estímulos, tanto dormidos como despiertos. Esto facilita que fragmentos de lo soñado se graben, aunque de manera frágil.
En el plano emocional, algunos especialistas asocian la falta de recuerdos oníricos con bloqueos psíquicos, depresión o resistencia a enfrentar lo que el inconsciente intenta mostrar, según el psiquiatra Diego López de Gomara. En contraste, soñar mucho o recordar con exceso puede ser reflejo del esfuerzo mental por procesar tensiones internas.

Al final, los sueños siguen siendo, como afirmaba Freud, “el oro secreto de nuestra vida psíquica”: un material fugaz que, aunque escapa con facilidad, guarda claves profundas de nuestro mundo interior.